Comienza la Cuaresma y resonará de nuevo el clamor y el Silencio.
La
Cuaresma, tiempo especial, debe tocar nuestra alma en profundidad,
aflorando el sentimiento, ese que habita en los mármoles de los templos
que todo lo oye y en el silencio de nuestra habitación que todo lo
calla.
El hecho de que este año coincida con un año destinado a
proclamar especialmente la misericordia constituye un nuevo estímulo
para esmerarnos en corresponder con el afán de conducirnos como mejores
hermanos. Resulta éste un buen momento para detenernos en un balance muy
personal y comprobar cómo seguimos las recomendaciones del Papa para
este Año santo. La misericordia es una gran luz de amor y de ternura, es
la caricia sobre las heridas.
La invitación a un cambio hondo en
este año extraordinario, entra por la puerta del pensamiento y el
corazón para descubrir la profundidad de la misericordia que acoge a
todos y debe resurgir personalmente al encuentro de los demás. Es un año
para crecer en la convicción de la necesidad de la compasión por los
que sufren, del impulso a ayudarles, a ser benévolo en el juicio, en
definitiva de tener un corazón solidario.
Nuestro Santísimo
Cristo de la Misericordia compendio de vivencias y símbolos cofrades
nos llama a ello, al seguirte por las calles montoreñas en tu noche
negra del Viernes Santo; acompañado por tu Madre, Ntra. Sra. De las
Angustias rota por el dolor, aquí y allí, bajo el árbol de la Cruz,
mientras en las esquinas cuatro ramas de faroles encendidos quieren
hacer llegar a tu Semblante la luz de su cera. A tus pies, bajo ese
tupido calvario de claveles que sembraron con cariño esas manos que
conocemos, van tus costaleros, que hacen del costal y la faja prendas de
amor y penitencia.
Y es que los que no creen no entienden los
abrazos de hermandad, porque este sentir en cada gota de cera quemada,
en cada nota de un pentagrama, en lo que se siente desde fuera, y lo
que hablan desde dentro y se les rompe el alma, ¡ese sentimiento!, no
se puede explicar; y es que el sentir no se para, por eso suenan las
llamás y se les habla con cariño.
Porque no hay que entenderlo solo hay que sentirlo.
¡Y más aún en este año de la Misericordia!
Ana María Romero Obrero
Alcaldesa de Montoro
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